Por Polilla Vallejos
“El interés superior del niño”, un cuento de hadas, un
chiste o simplemente una fórmula que hace más bonitos los discursos.
Cualquiera de las opciones es aplicable al tratamiento que
reciben los chicos pobres de La Pampa. Tanto los que por “obligación” entran en
conflicto con la “ley” como los que son absorbidos por la faz asistencial de la
provincia.
Vale decir, que, en los dos casos hablamos de víctimas de un
sistema perverso. Un sistema que, al mejor estilo Santo Biasatti, dice “con los
chicos NO”, pero que no es capaz, por ejemplo, de tomar una medida responsable
como la de adherir a la ley nacional 26.061 de Protección Integral de los Derechos de los niños, niñas y adolescentes, sancionada en el año 2005.
La adhesión a esta ley importaría nada más que un primer
paso, casi de fantasía, pero que ampliaría las posibilidades de abordar con
criterios de especificidad la problemática juvenil.
Esta ley no hace más que traducir las garantías reconocidas
a los menores de 18 años en los instrumentos internacionales firmados por la
Argentina (CDN, reglas de Tokio, entre muchos). Aunque parece que cumplir
con tratados internacionales, de raigambre constitucional y, por
consiguiente, obligatorios, no se ha puesto de moda por estas tierras.
Queda claro que un “nuevo” paradigma que trate al niño como
un sujeto de derechos y no como un simple objeto de tutela, que es como
lo contempla la vigente ley provincial 1270, implica inversión,
profesionalizar cargos, capacitar y, sobre todo, voluntad política (¡jelou!).
Lo que también queda claro es que a los “pibes” es mejor
tenerlos de rehenes institucionalizados, acostumbrándolos a la vida
“intramuros” –queda más lindo que decir que están presos– que garantizarles la convivencia
en ambientes que propicien la superación de sus experiencias traumáticas
y coadyuven a la construcción de una vida digna (otra fórmula bonita).
Por último, como se dijo, la sola adhesión a la ley de
protección integral de los Derechos de los niños, niñas y adolescentes no cambiaría
ninguna realidad. Pero al menos tendríamos algo para empezar.
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