Por Hilario Lago’s
Segundas partes nunca
fueron buenas, agoreran algunos. Se dicen muchas pavadas. Pero a
veces tienen razón. Nomás ayer (es un decir) pudimos disfrutar esa
perlita que es Susana Lago rumiando un tango que, decíamos, te abre
un tajo en el pecho: Nada. En esa
oportunidad nos maravillamos en la intimidad del exilio, en la
frescura del momento, en fisgonear un momento notable.
Segundas partes,
entonces.
Hay otro video de la
Lago. Nostalgias. Otro tangazo del que no vamos a decir nada,
ya es grandecito y puede defenderse solo…
Dicen que las
comparaciones son odiosas. Se dicen muchas pavadas. Pero a veces…
No se puede, no se debe,
en este caso, esquivarle el bulto. Porque, nobleza obliga, la imagen,
el momento, se ubican en las antípodas. Lo primero, lo evidente, es
que ha cambiado el escenario: ya no se trata de la intimidad del
puñado de amigos que, acaso, no sospechen que están siendo
filmados, robados al olvido. No. Todo lo contrario: una tratoría en
París; esto es, el público, la exposición, la conciencia del
espectáculo.
No sabemos, tal vez
estamos siendo injustos, una vez más. Porque, bien mirado, esa
tratoría puede ser pensada como una extensión del atelier donde
cantaba Nada. Es una fonda pequeña, sin muchas pretensiones, un
público de morochos, latinoamericanos, un poco como estar en casa
(los presentadores rubios salen de escena rápidamente y ya nadie los
recuerda).
Dicen que las
comparaciones son odiosas.
Hay un problema con este
video. La cámara, la filmación es invasiva, un abuso, un atropello
a la razón. Cuánta diferencia con aquella imagen de Nada, donde la
cámara no se notaba, en ningún momento uno tomaba conciencia de ese
cuerpo extraño, de esa presencia. Uno, a qué negarlo, sentía que
estaba ahí, que era parte, que era uno más del grupo.
Pero en Nostalgias la
cámara es muy chambona, lo estropea todo. Los primeros planos
desquiciados son un ultraje, una aberración. Como espectadores
sentimos vértigo, tan ensimismados sobre la cantante; es inevitable,
por reflejo, nos echamos para atrás, no queremos ser parte de ese
atropello.
Segundas partes nunca
fueron.
Hasta los primeros planos
podrían ser pasados por alto. Sí, con un poco de esfuerzo. Pero hay
algo imperdonable: no podemos perdonar lo que genera esa cámara:
comparemos, simplemente, el rostro de la Lago en ambos videos. Lo que
en Nada era frescura y verdad, en Nostalgia se trastoca en una triste
mueca: ahí está, vean esa sonrisa forzada, vean cómo la cámara la
obliga a realizar un acting que no le sienta, se le nota el
esfuerzo, la mentira, la incomodidad…
Ahí, en ese detalle,
están cifradas demasiadas cosas. En otra oportunidad, dijimos que la
reunión en el atelier sintetiza un poco el exilio latinoamericano.
Tal vez, entonces, el recital en la tratoría sea el reverso de
aquella medalla: los mismos exiliados, anclados en Europa, haciendo
lo que no quieren, no les sale eso de estar pendientes de la cámara,
de los dos franchutes. No. Lo que vale está en otra parte, en cantar
para los amigos, para ese público propio en la lejanía. Eso y no
mucho más. Compárese, por ejemplo, la sonrisa de la Lago en ambas
interpretaciones. Una es Tango. La otra, For Export.
A veces, segundas partes
fueron… una sombra, una máscara, un eco, un fracaso.
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