Por Gisela Catanzaro (*)
De la forma en que yo interpreto el kirchnerismo, sí, yo
creo que soy kirchnerista. El kirchnerismo es un problema, es un coagulado de
tensiones, es todo eso y por eso, porque yo creo que el kirchnerismo es eso,
puedo decir que soy kirchnerista. O sea, que el kirchnerismo, lo que tiene de
interesante, es que es un conglomerado de tensiones irresueltas. Es como decir:
pertenezco a una imbricación problemática que tiene cabos sueltos por todos
lados, impurezas por todos lados. Es que es ese conjunto de impurezas. Para mi
el peronismo en su momento era algo demasiado puro. Yo no podía decir que era
peronista y tampoco podía decir (ni puedo) ser marxista.
(…)
(…)
El kirchnerismo no trajo tantas cosas como de las que se hizo cargo, que ya estaban, claro. Bejamin dice que lo que pasa con el cine es que aparecen, en esas miríadas de segundo, destellos de imagen que uno puede tomar o no, pero que si las tomás es como que irrumpen en la conciencia. Irrumpen. Y que si uno hace algo con eso, y las interpreta o sostiene el espacio para que puedan ser, a ver qué pasa, para mi (y para Benjamin ahí también) se genera un tipo de experiencia totalmente nueva. Una experiencia problemática como mínimo, digamos. No las borró. No sé si las produjo. Yo no sé si el kirchnerismo vino y dijo “vamos a poner, vamos a problematizar las lenguas que están acá, como políticas, no políticas, apolíticas y las distintas tradiciones políticas”. No creo que eso haya sido parte de una plataforma. O de una propuesta. Pero lo dejó ser. Lo dejó ser, mantuvo el espacio en el que podía aparecer y desarrollarse. No lo resolvió. Lo cual para mí hizo que –para nosotros, tal vez una cierta generación intermedia– esto nos entusiasme. Porque nosotros nos sentíamos muy incómodos (yo hablo por mí) con ese tipo de preguntas: “¿Qué sos?”. Y como imposibilitados de decir nada.
(…)
¿Se puede ser crítico perteneciendo al gobierno o siendo
funcionario o siendo…? Es como si la política y la crítica, o el compromiso
político y la crítica fueran lugares que se excluyen mutuamente. Creo que eso
tiene una idea absolutamente cosificada de la crítica, que es la crítica como
distancia. La crítica como alma bella. Esa es la idea religiosa, en el peor
sentido de la religión, de la crítica. Que es que la crítica es crítica cuando
es pura, cuando no está contaminada, cuando no está afectada por la política.
Mi idea de la crítica es que si no está afectada por la política no es crítica.
Bueno, yo creo que ante esa pregunta, de cómo podemos ser críticos, habría que
decir que no podríamos serlo si no estuviéramos comprometidos. ¿Pero qué quiere
decir estar comprometidos? Estar afectados por un problema y serle fiel, eso
quiere decir para mí estar comprometidos.
¿Qué es el kirchnerismo para mí? Aparte de dejar algo
abierto para que aparezca el problema del lenguaje, hay otras dos cuestiones
que me afectan particularmente: la cuestión de la justicia y la cuestión de la
felicidad me sobrevinieron como problemas colectivos, diría, últimamente, en
los últimos años. Yo que viví mi adolescencia en la primavera alfonsinista,
entonces ahí el problema de la justicia siempre fue un reclamo, siempre fue una
opción.
Pero Justicia era juicios. Justicia era un conjunto de
cosas. Yo pienso, ahora, en esta época, para mí, qué es justicia. Cómo hacemos
para ser justos, ¿no? Es un problema porque no es tan fácil. No es tan fácil
que con el lenguaje judicial nos alcance, más bien todo lo contrario. Creo que
una de las cosas que quedaron claras es que el lenguaje del derecho y el de la
justicia, como decía con mucha razón Benjamin, no son lo mismo. Cómo hacemos
justicia. No nada más que estaría bueno un mundo justo, igualitario. No; cómo
hacemos justicia. Qué implica concretamente, o qué conjunto de cosas, tal vez
contradictorias, implicaría hacer justicia.
(*) Gisela Catanzaro es socióloga, investigadora del CONICET
y profesora de las carreras de Ciencia Política y Sociología de la UBA. El
texto anterior es parte de una entrevista que hizo con la muy recomendable
publicación “Mancilla la época”. El artículo, mucho más extenso, lleva las
firmas de Florencia Minici, Juan Laxagueborde, Nicolás Maidana y Diego Caramés,
bajo el título “Lo que tiene de interesante el kirchnerismo es que es un
conglomerado de tensiones irresueltas”.
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