Dagoberto Antonio Hernández Avilés es cubano, licenciado en
percusión y canto. Hace 17 años vive en Buenos Aires. En setiembre pasó por
Santa Rosa. Y además de tocar con “Son de Acá”, habló clarito en La Kermés de
los Sábados: sobre la pobreza y la riqueza, sobre el sistema capitalista y su
Cuba a la que extraña, sobre la época neoliberal y estos nuevos tiempos. “Son
momentos de acercarse”, dice. “Y los que están robando son los chetos,
¡hermano!”. Pasen y lean.
Dagoberto Antonio Hernández Avilés es licenciado en
percusión y canto. Estuvo en Santa Rosa, durante el mes de setiembre. Dio una
clínica de su especialidad y tocó con el grupo “Son de Acá” en el Casino.
Lamenta que se haya frustrado la presentación en el
Anfiteatro: se suspendió 48 horas antes porque “el Instituto de Mentirología
decía que iba a llover… Me parece raro…”. No llovió, claro.
El músico vive en Buenos Aires hace 17 años. Y parece que la
tiene clara. Dice, en la charla con el programa La Kermés de los Sábados: “Los
momentos que se están viviendo son momentos de acercarse. No ofende ser
sincero, si cometiste un error y tienes la posibilidad de decir que te equivocaste,
es sanísimo. Porque al final, estamos completamente solos…”
–¿Por qué vivís en la Argentina?
–Yo no pensaba vivir en la Argentina. De la Argentina he
salido yo a 5 países. Pero me parece cómodo, es un lugar en el que están muchas
cosas por hacer.
–¿Volvés a Cuba habitualmente?
–Todos los años voy y cargo un poquito las pilas. A veces
las descargo. Pero cada vez que puedo lo hago.
–¿Qué quiere decir que a veces “descargás” las pilas?
–Porque el pago siempre tira. He vivido muchas situaciones
aquí, feas y muchas lindas. Pero tengo un hijo en Cuba, mi familia, mi sobrino,
mi gente, mi espacio. Entonces voy y lo que uno se lleva de un país en el que
tienes que aguantar muchísimas cosas por un problema de idiosincrasia, llegas
allá… y estás a tu aire. Luego de un mes que estoy dejo de respirar ese aire
para volver a respirar este, que es diferente, que no por ello es malo.
–¿Qué te alejó de Cuba, más allá de que no estés del todo
lejos si volvés siempre? ¿Pero dejaste de vivir ahí por cuestiones profesionales,
económicas o de qué tipo?
–Un poquito de todo eso. Por yo nunca he querido no vivir
en Cuba. Siempre he querido vivir en Cuba. De hecho, quisiera… más pronto que
tarde, sinceramente, vivir en Cuba. Yo vine en el ’95 y entonces económicamente
hablando el contrato era bastante bueno; luego de que no existió el “1 a 1”
empezaron las dificultades, y se han mantenido hasta hoy.
–Estamos acostumbrados a escuchar análisis muy radicales
respecto de Cuba. ¿Cuál es la realidad con la que te encontrás, de acuerdo a lo
que dicen tus familiares y lo que percibís cuando vas de visita?
–Muchos cubanos tendrían que salir un poquito y ver las
realidades de los que ellos creen que tienen síntomas de paraíso. El mensaje
que yo llevo nunca es convincente, pero les hablo de verdad… aquí hay que
trabajar duro, hay que trabajar fuerte. Lo que pasa es que tienes la opción de
hacerlo o no. Si no lo haces, tendrás problemas; y si lo haces, medianamente
con poco sacrificio puedes tener una mediana estabilidad. Luego en Cuba tú
quisieras hacer muchas cosas por las posibilidades que tienes de hacerlas, pero
no está a tu alcance. Hay limitaciones, por el bloqueo, por la realidad, gente
que tiene tus mismas condiciones… En un barrio puede haber 30 médicos, pero hay
un solo hospital. La imposibilidad no es porque el régimen o el proceso te
niegue la posibilidad de crecer, sino porque no hay capacidad.
–Más allá de la cuestión económica, ¿percibís diferencias de
principios, valores o prioridades entre quienes vivimos en un sistema capitalista
hace mucho tiempo y la gente que conocés de Cuba que vivió en el comunismo o el
socialismo?
–Yo he encontrado acá gente –y lo digo con todo respeto– que
han tenido la posibilidad de tener una estabilidad económica pero eso no lo
habilita para tener una opinión aun racional de lo que está pasando. Un tipo
con dinero dice que hay problemas. Pero él no los sufre ni los vive, más bien
los provoca. Sinceramente. Un tipo que se viste de marca, o que tiene una
posibilidad, yo lo que noto es que el hombre está comprando afecto. Mira a
veces cómo yo me visto, pero vestirte no te hace mejor persona, a lo mejor dice
que tienes una posibilidad mejor que la mía, pero me pregunto si alguna vez le
regaló una campera a un tipo que está en la calle, de las camperas que le
sobran. Si alguna vez invita a su casa a gentes que no son su entorno. No creo.
Entonces, creo que la imposibilidad es del que tiene inferioridad. Yo no llevo
a gente porque no me acepta. ¿Y cómo le digo que soy buena gente si no me
visto, no respiro y no visito los lugares, y él no me cree? Pero yo soy un tipo
bueno, sólo que por mis recursos no se lo puedo plantear, tampoco tengo esa
posibilidad de exigírselo: “atiéndeme, mírame, que yo tengo capacidad”. No… el
hombre está en una 4x4 y lo que quiere es que el Renault 12 se corra. Pero
puede ser que en el Renault 12 vaya el doctor que va a curar a su mamá…
–En Cuba, por ejemplo, ¿existen estas fobias por la
inseguridad, o cosas así?
–Mira… siempre la inseguridad está, siempre en todos los
lugares hay delincuentes, personas que han venido con esa letra, con ese
tablero, como que está escrito que va a ser eso. Lo que pasa es que en Cuba no
hay tantas cosas buenas que robar. No es porque no quieran. Y luego, hay una
idiosincrasia: si tú te ganaste eso con mucho esfuerzo, yo lo que te diría es
que lo compartas, pero no puedo despojarte de eso. Porque primero tengo una ley
durísima, y luego la ley de mi alma: tú eres de mi barrio, creciste conmigo, tu
papá y el mío fueron amigos… Entonces queda ese valor que se está perdiendo
acá.
–Vos viniste en el ’95, llevás 17 años en el país: ¿cómo lo
veías al país antes del 2000 y cómo lo ves ahora? Esas transformaciones que
nosotros todo el tiempo discutimos, vivimos, sentimos y opinamos, ¿cómo las
percibís en tu caso?
–Yo no sé si esto ofenderá, pero la sensación que me da a
mí, caballero, es que este país… este país está mejor que en el 2000, hermano.
Yo lo veo mejor. Yo me acuerdo los viejitos que vivían en mi edificio lo que
pasaba… ¿cuántas veces, hermano, lo llamé adónde estaba este (Víctor) Alderete
de dueño (PAMI)? Oye… y yo veo que hoy un viejito está ganando mejor… no sé, no
quiero ofender a nadie, pero la Asignación por Hijo, más allá de que están
quienes dicen que “estamos manteniendo a esa gente”, pero es digno, caballero,
es bueno… Porque esos padres de esos niños que no han tenido la posibilidad de
estudiar no tienen con qué defenderse. ¿Por qué no darles? Eso es lo que veo,
que esto está mejorando. Vas allá y ves que los que están arriba, es una cosa
de poder… Pero falta poquito para que esto cierre. Las leyes están, hay gente
buena trabajando… Quedan claro aquellos que tienen más de 50 años que tienen
esos rezagos de exteriorizar esa rabia que les provocó aquel señor que no se
puede mentar y que hay que tocarse “eso” izquierdo. Pero me siento bien, hay
una sensación de control, por más que haya esos muchachos que están pasando por
el paco y esas cosas… y después están los robos, pero mira quiénes son los que
están robando: ¡los chetos, hermano! Los pobres no están robando, me da la
sensación. “Busquen a los que están robando”… sí, hay gente que está en villas
carenciadas a los que a veces no les queda otra porque están fuera del sistema.
¿Que no quieren entrar? No. No se les permite, porque no han estudiado, ¿y qué
van a hacer, si a veces hasta tienes que sabe 3 idiomas para estar de cajero o
de repositor en un supermercado? A esa gente no le queda otra que hacer eso.
Pero mira lo otro… gente con poder, con buenas casas en Recoleta haciendo lo
que hace… ¡Hermano!
La cuestión musical
–¿Hubo un boom dentro de la música cubana después de la
aparición de Buenavista Social Club?
–Sí, hubo un boom para estos lugares. Para Argentina y
Sudamérica, porque se dio a conocer esa música mediante la difusión que se le
dio a esta forma musical que es antológica y muy tradicional cubana. Pero en el
resto del mundo sí se conocía, Buenavista no ayudó, no produjo ese acelere. Más
bien frenó un poco la música que iba para allá porque la gente empezó a
consumir ese tipo de música y le dijeron que no por un problema de propaganda y
de marketing: Buenavista era el que estaba sonando y entonces pararon los
contratos con las demás orquestas. Para acá sí, porque acá no entraba mucho
seriamente lo otro. A partir de eso hubo una entradita pequeña durante unos
años y se volvió a romper. Acá en la Argentina la salsa sube y baja, pero creo
que ahora está fuerte, porque hay empresarios que apuestan a eso porque el
público creció.
–¿Cómo ha sido tu formación musical?
–Vengo de una familia de músicos. Mi papá era músico de una
Sinfónica hasta la muerte de mi abuelo, que era el director. Mi padre pasó
entonces a ser director y mi mamá era la pianista. Vengo de una casa de músicos
de concierto. Yo soy de los 4 el menos músico.
–¿Al llegar a la Argentina ya estabas enfocado para el lado
de la salsa y estos ritmos o un poco la tendencia, la moda y los momentos te
llevaron? Viste que te ven cubano y te piden eso…
–Usted tiene razón. Por un problema de marketing siempre te
piden lo que les es fácil consumir. Yo era músico clásico, pero también
popular. Vine acá justamente a crear la primera casa de percusión
afro-cubana-antillana-latina, éramos 5 músicos, se fueron otros 4 a otros
países y me quedé.
–¿Conocías a los “Son de Acá”?
–Llegué unos días antes, ensayé, hicimos un poco de
ensamble. Conocía sí los temas porque son caballitos de batalla en cuanto a
repertorio de estas formaciones. Casi siempre son estos temas, los conocidos…
La línea siempre es la misma.
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