Por Juan Pablo Gavazza
El acto del fin de semana pasado en el Club All Boys es una clara ofensiva para desguazar a la corporación que maneja el PJ pampeano (y
el gobierno provincial) desde el regreso de la democracia. Como siempre
ocurre en la política, esa operación incluye a buena parte de los
propios “desguazados”.
El kirchnerismo “puro” -por llamarlo de algún modo- decidió hacer pie
firme en la provincia, intentando que su demostrada potencia
transformadora tenga impacto concreto en la que es la herramienta
electoral más temida en este territorio.
Esa madre de todas las batallas (expresión tan mentada, posiblemente
ahora más certera que nunca) no asoma nada sencilla para los K, en
principio porque está por verse cuán profunda es la voluntad de hacer cirugía
no menor, y además porque los “Unidos y Organizados” ya se han
granjeado enemigos de peso, consecuencia lógica de esa puja de
intereses.
La pelea con las
corporaciones
La capacidad de transformación del kirchnerismo,
innegable independientemente de las evaluaciones que de ella se hagan,
germinó sobre todo a partir de ser el espacio que mejor leyó lo ocurrido
en 2001.
Posiblemente forzado por esa realidad, el sector liderado
por Néstor y Cristina abordó cambios que quizá no se hubieran imaginado
quienes repasaran su trayectoria o su estilo de gobierno en Santa Cruz.
El kirchnerismo no le temió al conflicto y encabezó reformas que afectaron a distintas corporaciones:
los diputados anularon las leyes de impunidad, los militares se
tragaron el sapo de que se bajen los cuadros de la ESMA, el Poder
Judicial tuvo que adaptarse a la nueva Corte Suprema, la Iglesia
Católica renegó del matrimonio igualitario, la “patria agraria” se
sublevó contra las retenciones, el Grupo Clarín boicoteó la Ley de
Medios, las multinacionales y el Fondo Monetario patalearon por las
estatizaciones, el establishment económico se disgusta por la
orientación del Banco Central y hay popes sindicales que se incomodan
por el recorte de poder.
En ese mismo sentido, desde lo político, perforó a las dos grandes maquinarias existentes cuando llegó al gobierno:
primero desarticuló al menemismo y después le asestó un golpe de gracia
al duhaldismo, que había sido su aliado fundamental para llegar al
gobierno en 2003.
Sin embargo, el frustrado intento de la “transversalidad” hizo que el
kirchnerismo se volviera a recluir en el PJ como forma de sostener su
poder: esa situación extendió la alianza con los caudillos provinciales y
con las estructuras del tipo del PJ pampeano.
Todo cambia
En
el tiempo de la “sintonía fina” y la “profundización del modelo”, algo
parece haber cambiado: el liderazgo de Cristina implica, por lo que se
ve, incluso la ruptura con los tradicionales dirigentes del PJ, una
cruzada especialmente dificultosa, una jugada riesgosa de imprevisible
final.
Eso representó el acto del sábado en All Boys, más allá del anecdotario, de las presencias inverosímiles o del sainete
que es escuchar al gobernador Oscar Mario Jorge -ex funcionario de la
dictadura e intendente del neoliberalismo- reivindicar a “los compañeros
que dieron su vida por los movimientos populares” o tratar de “boludos” a los gurúes económicos.
Bajo una mirada de largo alcance, la figura de Jorge asoma como un
detalle ultracoyuntural, de trecho corto. La gran incógnita es cómo
sigue esa historia; cómo hacen los “Unidos y Organizados” para encontrar
una figura aglutinante y que lidere y que a simple vista no se ve; qué
papel les queda a los jefes provinciales y a los intendentes.
El año pasado, el ensayo de María Luz Alonso-Silvia Bersanelli (La
Cámpora-Kolina) al kirchnerismo le salió bien no sólo a partir del
resultado electoral sino para poner en evidencia el lugar de Carlos
Verna en este escenario.
Pero el gesto político del sábado envuelve nuevas ambiciones y
encierra otros peligros, empezando por el detalle de que el marinismo
-cuya estructura no desdeñable fue aliada clave en aquella ocasión- esta
vez no estuvo invitado a la fiesta.
Eso, desde ya, tendrá consecuencias. No es que el kirchnerismo no
esté acostumbrado a lidiar con enemigos de ese fuste, pero -más aún
habiendo tantos actores- es una pulseada de incierto final.
Tal vez como nunca antes, parece abrirse un panorama de reformas y reposicionamientos,
en el que -escrito está- una de las incógnitas es cuán grande será esa
voluntad de transformación y si los “Unidos y Organizados” tendrán la
fortaleza y la pericia necesarias para fragmentar a la corporación del
PJ pampeano.
Se sabrá, entonces, si después de 30 años alguien puede hacer lo que
el radicalismo no ha querido, lo que “La Arena” no ha podido y lo que el
FrePam no ha sabido.
(Publicado en El Diario. Ilustración: Sergio Ibaceta)
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