Cynthia García es periodista.
Trabaja en las mañanas que conduce Víctor Hugo Morales en Radio Continental.
También trabaja en “678”, el espacio que desde la televisión pública modificó
la relación de la comunicación estatal y la política.
Desmitifica, durante una
entrevista con La Kermés, que los panelistas de ese programa cobren sueldos
millonarios y revela: “yo cobro 14 mil pesos por estar en el panel y por escribir en DiarioRegistrado”.
El 8N le tocó entrevistar a
los manifestantes: se llevó la misma impresión que tenía de ellos antes de
estar cara a cara (un sector de clase media “con un gran componente
antidemocrático”, resume). Dice además que el Grupo Clarín "no es un medio de comunicación", sino una herramienta de dominio con otros intereses, que pone el periodismo "en un plano muy lejano".
En el reportaje habló de lo
que puede pasar el 7D y en los días subsiguientes; de las diferencias entre
Víctor Hugo y Chiche Gelblung (con quien también trabajó); de la actualidad
política y social en Latinoamérica (“un momento hermoso”); y de las reacciones
de la derecha históricamente dominante: “no tiene límites, tiene vocación
desestabilizadora”.
La entrevista completa: pasen y lean.
Dice Cynthia García: “Vivo
este tiempo con mucha felicidad, es un momento muy potente; no hay que tenerle
miedo al conflicto, porque la vida es conflicto, las sociedades son
conflictivas, las tensiones son parte y pensar diferente no está mal. Lo que
está mal es la falacia, la hipocresía o construir información falsa. Pero a mí
me parece que son tiempos intensos y muy democráticos”.
–¿Qué vivencia te quedó de
la noche del 8N cuando te tocó estar entre los manifestantes, escuchándolos y dialogando con ellos?
–La verdad es que estoy muy
contenta. Me parece que la Televisión Pública con el móvil de 678 generó un
hecho comunicacional. Que uno de los ejes de análisis más fuerte de la marcha
sea el móvil de la TV Pública con los pareceres que cada uno quiera incorporar
–y me parece muy bienvenido el dabate– es interesante. Algo pasó. Los impulsos
personales yo decidí sortearlos, porque en ese momento mi desafío era tender un
puente para ver qué piensa esa gente que se moviliza sin representación
política, sin ideas del todo claras sobre el rol del Estado o directamente
ausentes; claramente este proyecto político no los representa y tienen algunos
reclamos válidos como el de la inseguridad y la inflación. Escucharlos, debatir
con ellos, tratar de pensar juntos, repreguntar, meter algunas cuñas
argumentativas para despojarlos –si eso es posible– del tick de los discursos
dominantes que se notaban claramente en las consignas.
–Desde lo personal, ¿qué
sentiste en el momento? ¿Tuviste un poco de miedo?
–No, ¿sabés que no? Yo soy de
Escorpio, no creo que los signos pero alguien me dijo que fue mi Escorpio que
me arrojó al vacío. La metáfora sirve para referir a una enorme cuota de
adrenalina en este contexto; la verdad que no tuve miedo en ningún momento.
–¿Pensás otra cosa respecto
de lo que pensabas antes acerca de esta manifestación, sobre quienes las
protagonizan, sobre las políticas que defendiste en esas discusiones en la
mayoría de los casos? ¿Te cambió algo de los ejes esenciales de tu pensamiento?
–No. La verdad que no. Creo
que la mirada que tenía sobre el colectivo de quienes manifestaron era clara,
es una movilización de un sector de la clase media, de gente incluida en
posibilidades, con proyectos económicos, necesidades básicas cubiertas; que tiene
un gran componente antidemocrático, aún entre quienes no lo asumen. También hay
una heterogeneidad que hace que muchos pudieron haber ido sin tener una mirada
golpista, por simplificar la idea. Pero me parece que la generalidad de la
marcha representaba eso, y medio que lo tenía bastante claro. Pero quería ir a
escuchar y ver para contar.
–En la marcha se notaron un
par de contradicciones: por un lado, todo el Grupo Clarín promoviendo la
manifestación pero después cerrando los micrófonos para que no se escapen
improperios; y viéndote a vos, la gente que pedía diálogo pero con problemas para
argumentar razonamientos sólidos y no sólo expresar su bronca…
–Me parece que tiene que ver
con una decisión política del Grupo Clarín, que claramente no es un medio de
comunicación, sino el dominio con intereses electorales concretos, en oposición
a este gobierno. En esa estrategia el periodismo queda en un muy lejano plano
para el Grupo Clarín. Yo estoy segura de que al Grupo Clarín no le interesaba
abrir micrófonos en vivo, justamente porque no les significa rédito las consignas antidemocráticas que dicen
“si esto no es una dictadura, ¿qué es?”, y ese tipo de cosas. Me parece que es
una decisión política, no periodística. No resiste análisis desde el periodismo
que tengas 3 grúas aéreas y 4 móviles y no abras los micrófonos en vivo. Y por
otro lado, lo segundo que decían tiene que ver con cómo está instalado durante
décadas el criterio de los medios dominantes como el concepto de “opinión
pública”. Esa frase “la opinión pública es la opinión de los grandes medios” es
un hecho cierto, y sobrevuela la ilusión de la Ley de Medios para quebrar esa
anestesia de criterios. Por eso mi diálogo con ellos, como para bucear en qué
querían decir cuando decían lo que decían.
–¿Te sorprendió que 678
pudiera de alguna manera romper un cerco, porque parecía que no iban a poder
trabajar en ese campo y de hecho “Duro de Domar” sufrió agresiones?
–Yo puse en juego todo lo que
tenía para dar. Inclusive desde el lenguaje corporal intenté. Llegué un par de
horas antes para tantear el territorio, ver cómo era la cuestión, si yo veía
algún riesgo de la integridad física no se armaba el móvil. Y ante el mínimo
desmadre nos íbamos a ir. Sin embargo yo confiaba. Primero, en la potencia de
estar en vivo. Y después, en la posibilidad de expresarnos, porque realmente
íbamos con buena fe a buscar la posibilidad de pensar. Por eso, hasta
corporalmente me puse en una postura de sonrisa, de buena onda, de mirarlos a
los ojos, para que entendieran que no estaban ante las fauces de un monstruo,
sino frente a una periodista que quería tener un diálogo con ellos aun con las
abismales diferencias que nos separan. Me recuerdo en algún momento diciéndole
a alguien en el móvil “mirame a mí”, que no le hablara a la multitud, porque si
había una interacción visual no se convertía en masa, sino que era un individuo
con sus opiniones. Algo pasó. La verdad es que salió bien, pudimos aprovechar
periodísticamente. Se generó una hora de interacción con la gente. En un
momento vino un señor muy desaforado, muy necio, a los gritos y ahí se desmadró
todo. Corríamos riesgo y nos tuvimos que refugiar.
–Varias veces dijiste “Algo
pasó”. Has estado también en Venezuela y te escuchamos decir que hay un “cambio
de época”. Desde tu óptica, ¿qué está pasando en Argentina, en Latinoamérica?
–Me parece que estamos en un
momento de la democracia hermoso. Latinoamérica vive un proceso de proyectos
populares, con representación popular, en el que las mayorías que han sido
ninguneadas durante décadas están siendo incluidas. En Venezuela fue a votar
más del 80 por ciento de la gente, y es optativo. Latinoamérica vive con sus
cumbres regionales, con sus gobiernos que representan a los sectores más
vulnerables de las sociedades –con fenómenos comunes como la inseguridad o la
inflación o el empleo en negro–, somos parte por primera vez de un colectivo en
muchos años de historia. Lo que pasa en Argentina y genera una inevitable
polarización, es que hay un proyecto político, que es el kirchnerismo, que
representa a esas clases populares pero que además confronta de manera inédita
(lo que para mí es un hecho revolucionario, no sé si una revolución pero sí un
hecho revolucionario por la potencia que tiene) no con todos los poderes
concentrados pero con el poder mediático y la impronta que tiene en todos los
países del mundo, pensemos en México, en lo dura que la tiene Obama con la Fox.
Los poderes económicos concentrados se han abroquelado detrás de los medios de
comunicación, rompen la estructura electoral y deciden el poder político
poniendo y sacando candidatos a gusto y placer. Eso el kirchnerismo lo quebró y
estamos ante una bisagra. Nada va a volver a ser lo mismo. Ojalá logremos la
aplicación total de la Ley de Medios, que la comunicación salga de los
parámetros del puro mercado. Seguramente los periodistas que vengan detrás de nosotros
van a ser mejores que nosotros.
–No habiendo un partido
militar que les responda a esos sectores como tantas veces ha ocurrido en el
país, ¿hasta dónde crees que están dispuestos a llegar con las armas que tienen
los sectores de derechas, los sectores dominantes?
–Tienen vocación de generar
crisis desestabilizadoras. Si Cristina no tuviera los ovarios que tiene y
también la fortaleza que tiene desde el partido que la contiene, la historia
hubiera sido otra. Se necesita mucha fortaleza y un apoyo social muy importante
para sostener proyectos de esta envergadura. La verdad es que no sé cuál es
límite; me sale decir que no tienen límites... tienen vocación de
desestabilizar. Por suerte tenemos una población altamente politizada, me
parece que eso es un logro de la Argentina, habría que bucear entre
historiadores para ver cómo ven este proceso de politización de los últimos 10
años, cómo se va a mirar ese proceso. Pero creo que nos ha salvado. Estoy
pensando en Paraguay, en Lugo, en Correa, en Chávez… también la fortaleza
nuestra es la fortaleza de la región. Chávez ha sido un paraguas para la
región.
–Respecto del 8N, hay una
dimensión que a veces no parece muy tenida en cuenta ni siquiera por los medios
afines al proyecto del gobierno; vos naciste en Tucumán –no sé si cada tanto
podés volver o tenés un contacto, pero…– ¿este tipo de manifestaciones no son,
además de la clase media, una cosa muy porteña?
–Sí, eso tiene que ver con las
historias centralistas y ombliguistas de Buenos Aires. Yo soy de Tucumán, pero
me vine de chica y me duele Tucumán. Tengo una raigambre federal fuerte, mi
viejo es cordobés; tengo familia en Tucumán y cada vez que puedo recorro, tengo
una mirada federal. Creo que es un fenómeno de las grandes urbes, con Buenos
Aires como epicentro histórico; también es la mirada de los medios. Este eje de
que es muy porteño tiene que ver con que la comunicación es porteña, los medios
miran a Buenos Aires, es una cosa que hay que quebrar. ¿Qué es esto de que TN
atraviese a todo el país con el corte en la 9 de Julio? También pasa por ahí.
Todo nos tiñe aun en esos análisis.
–Una pregunta recurrente que
les hacías a los manifestantes es qué creían que pasaría al día siguiente. Te
hacemos la misma pregunta pero respecto del 7D: ¿qué crees que va a pasar
después de esa fecha?
–Tengo esperanzas, más que
expectativas. El dato concreto es que los grupos que no se adecuen entran en la
ilegalidad, están infringiendo la ley. Después, tengo esperanza y confianza en
la gestión de Martín Sabbatella. Sabbatella es un político brillante y su
carrera está en crecimiento, ha asumido el rol de presidente de AFSCA sabiendo
la voracidad de lo que vendría en contra. Creo que dijo: “bueno, me hago cargo
de todo, me la banco, pero que valga la pena”. Tengo confianza en eso. Y no hay
un horizonte de algún juez que se juegue la carrera declarando la
inconstitucionalidad, al menos por ahora. Me parece entonces que el 8, el 9 o
al 10 de diciembre tendrían que ponerse a disposición las licencias que le
sobran al Grupo Clarín.
–¿El kirchnerismo debiera
disputar el espacio público, y generar una movilización en una fecha
emblemática como puede ser el 7D?
–No lo sé. Es una pregunta
que también me hago. Tal vez no. Tal vez no haga falta. Tal vez el 7D sea una
fecha con fuerza propia.
–Entre las cosas que algunos
manifestantes el otro día te refregaban aludían a lo que ya es una suerte de
mito respecto de los “sueldos millonarios” que cobra el panel de 678. ¿Te
incomoda que se hable de eso? ¿Hay algún rasgo de esa suposición que pueda ser
verdadero? ¿Cobran sueldos tan altos?
–No me incomoda para nada, me
da un poco de gracia. Nunca tuve capacidad para cotizar mi trabajo, que
económicamente el periodismo me rinda económicamente lo que tal vez yo creo que
vale. Pero la verdad es que no sé cuándo cobran mis compañeros de 678, no me
interesa porque no le pregunto a nadie cuánto cobra. Pero además es muy
gracioso porque entra en el criterio de lo irracional, ni hablemos de la gente
que puede ser penetrada por el discurso que sabemos, pero hoy escuchaba al
economista Granados, en América 24, que hablaba con Mauro Viale y le decía:
“vos sabés, Mauro, que con nuestros impuestos, cobra 100 mil pesos…”. Yo miraba
y la verdad es que me causa gracia. Yo puedo decir cuánto cobro: 14 mil pesos por
dos trabajos en la productora, a mí no me paga el Estado…
–En términos televisivos no
es mucho, y además es curioso que nadie le pregunta a Lanata cuánto cobra él, por
ejemplo…
–Diría que lo mío es poco, pero me
parece que tampoco hay que preguntárselo a nadie. Sino caemos en que uno trabaja o piensa de acuerdo a lo que le paguen... Hay un territorio conflictivo, me
parece que las grandes figuras del periodismo se cotizan muy alto; Radio Mitre
ha pagado siempre sueldos muy altos, Radio Continental también, cualquier
productor de la primera mañana no cobra menos de 100 mil pesos. Pero yo cobro
14 mil por 678 y por escribir en DiarioRegistrado. En Continental cobro 5 mil
pesos y en Radio Cooperativa pongo plata. Tampoco me tengan lástima, ¿eh? Je.
–Vos empezaste haciendo radio
con Chiche Gelblung y hoy hacés con Víctor Hugo Morales: ¿podés resumir cómo es
hacer radio con uno, cómo es hacerla con otra y cómo te fuiste haciendo profesionalmente
vos en ese camino?
–Empecé con Chiche en Radio
Libertad. Siempre fue mejor en radio que en otros ámbitos, tiene una mente
brillante… si hace algo mal, lo hace por elección. La diferencia es que con
Gelblung trabajé un año, después trabajé como productora ejecutiva de un
programa en Canal 26, unos meses en Magazine… Fue un tiempo enloquecedor,
porque estaba con Víctor Hugo a la mañana y producía ese programa a la tarde en
medio del conflicto del campo. Chiche tenía una postura clara en favor del
gobierno con el tema del campo. La diferencia, me parece, es que trabajaba con
Gelblung haciendo y construyendo mi oficio sin adherir a la línea del
conductor. Con Víctor Hugo puedo realizarme plenamente como periodista y además
lo admiro y estoy en absoluta sintonía con su trabajo. Yo trabajaba con Chiche
porque era el trabajo que tenía. Aunque lo disfruté mucho y aprendió un montón.
Chiche es una escuela de periodismo, más allá de las cuestiones personales o su
mirada sobre qué hizo en los años de la dictadura, hay un agujero negro que
siempre tuvo claro… Pero con Chiche aprendés: lo que tenés que hacer y lo que
no tenés que hacer.
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