“¡Que se jodan!”, dijo hace algunas semanas una diputada del derechista Partido Popular (PP) de España, Andrea Fabra.
Parece la síntesis perfecta del pensamiento de nuestra derecha vernácula. Están al acecho esperando el fracaso de este proceso histórico, conspiran en las sombras, tienen unas ganas bárbaras de gritar “jódanse”.
Uno lo siente, lo percibe, se nota en las charlas de café, en las discusiones en el trabajo, en el asado, en los comentarios del “feis”. No les interesa que esto reviente. No les importa lo que se ha construido, lo que se ha reparado.
La recomposición de los lazos horizontales, la recuperación de la pertenencia, el despertar de muchos dormidos. No les interesa, les molesta, no lo soportan.
No pueden entender que se sueñe porque son incapaces de soñar, todo se vende y se compra para ellos.
Hace tiempo que a todo ese odio y resentimiento se les contesta con inteligencia y amor. Justo los que estuvieron jodidos siempre, les responden de esa manera.
Cuidado, diputada. La tolerancia tiene límites. No haga que se enojen. Va a ser jodido.
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