¿Y la sana critica racional de la que tanto se valió el juez para "fundar" sus sentencias? ¿Adónde quedó toda la hidalguía de aquél que no temía al poder político, que no dudaba en impartir justicia a costa de todo? ¿Qué va a hacer si salva el pellejo de este jury? ¿Con qué sustento ideológico, ético, vuelve a fallar? ¿Con qué cara va a mirar a todos los que salpicó con la mierda que revoleó paro los cuatro costados?
La estrategia defensiva del juez "juzgado" es de
las más sucias que se han visto en los últimos tiempos. La constante apelación a la opinión
pública, fogoneada por el principal multimedio de la provincia y la tendencia a
confundir al "pueblo" acerca del procedimiento penal, ponen de manifiesto que no hubo, si
quiera, un minuto de reflexión acerca de su trabajo en ésta y todas aquellas
causas en las que se debatieron cuestiones relacionadas a la violencia de género.
Existe una especie de responsabilidad virtual que, en su
caso, puede traducirse en una reclamación civil al estado pampeano por construir
víctimas y mantenerlas como tales hasta que se mueran o las maten.
Pero la responsabilidad real sobre el final espantoso que
tuvo Carla Figueroa, tiene nombres y apellidos, cargos, sueldos, falta de
preparación, prejuicios, machismos y todos los condimentos que se quieran agregar a
la bazofia que compone los tribunales pampeanos.
El desprecio por el tema no es patrimonio de este juez, eso
está claro, el sistema judicial en pleno se pasó por el culo la violencia de género.
No por casualidad, sino por ser uno de los poderes más misóginos, conservadores
y catohólicos que tenemos que padecer. Y, a su vez, por tener entre sus
filas a más de un golpeador. Lo cual tampoco es patrimonio del Poder Judicial.
Ilustración: Sergio Ibaceta (publicada en la sección "Entre Pocillos", de El Diario)
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