Por Juan Pablo Gavazza
Ese animal periodista que es Juan Carlos Martínez –veterano zorro
de mirada clara, que sabe por viejo y por diablo– aporta en La Kermés cada
semana la parte más reflexiva y una mirada tenaz desde los Derechos Humanos. Es
un lujo y un orgullo que Martínez –un incansable de esos que lucha todos los días,
uno de los imprescindibles– sea parte de esta experiencia.
Miguel Palazzani, al que le sienta mejor el título de
justiciero que el de abogado, fue uno de los principales impulsores del
espacio; después se hizo rogar con el brillo de su ausencia –como corresponde a
un alma anarquista– y cuando apareció más seguido no sólo confirmó su sabiduría
futbolera y su mirada lúcida sobre las cosas de todos los días, sino que
sorprendió con sus dotes actorales.
El radioteatro –manoteado y tratando de enriquecerlo respecto
del que nació en el “Violando la Norma” que hacíamos con Luciano Gaich– es el
momento en que se respiran las mejores tensiones: el nerviosismo siempre es
prólogo de la acción que viene. Y hasta se arman sanas competencias por el
puesto, dirían futbolistas expertos en micrófonos.
Resalta, desde ya, la energía de la párvula loca Cintia Brenda Alcaraz, la
hormiguita judicial que nunca falta, y que sumó al programa su voz particular, palabrotas varias y la valentía para reírse de cualquier cosa,
incluyendo a sus jefes y a ella misma. Encima no vino sola: trajo a la
licenciada en Sexología Enhema Yepes Lamela, a la vecina Ofelia que nos sigue
preguntando por Guito y a la periodista estrella Ramira Rodríguez Carámbulo.
Ramira, en el informativo más creíble de los que se conocen
en La Pampa, suele entrar en franca lucha con Elonoro Gómez Castrillo, que se
dice locutor oficial y fue sentado en esa silla por el Juani De Pián. Juani, grillo desnudo pero bautizado como el osito peluchito del barrio Los Hornos, ya se sabe más o menos
lo que es: un querido querendón de ingenio rápido y buen humor permanente, que
hasta tuvo la grandeza de resignar su especialidad gastronómica para que se
luciera Concho Martínez Argumedo. Otras sensiblerías y creatividades las
canaliza a través del monaguillo Pedro Stalin.
El que lo manda es el Padre José, que aparenta orígenes
polacos pero tiene sobre todo reminiscencias de la Quemú Quemú de Armando Lagarejo.
Poeta y trabajador de la palabra, Lagarejo es el padre sabio de la tribu, que
va cosechando tempestades, admiraciones y azoramientos con las historias que
trae, en el punto justo entre la candidez y la revolución.
Otro modo de contar historias es el de Mauro Monteiro: con
sus Manos Mágicas resume cada semana un tema de los que en general hacen doler,
para hacernos reír. Ese aporte satírico, que es columna vertebral de La Kermés, se
nutre no sólo de la brillantez en el manejo de la técnica, sino sobre todo de
la coherencia y la inteligencia para generar un contenido profundo. La
formalidad dice que Mauro Monteiro es el “operador”. En realidad es un animal
de radio.
Otro animal de radio es el Negro Bompadre, inicialmente
convocado como “musicalizador”, porque vaya si tiene gusto para eso, y vaya si
conserva la manía de hurgar en rincones extraños. Es mucho más que eso, claro:
si el equipo (que eso es: un equipo) tuviera un capitán, posiblemente sería
Bompadre, no tanto porque le gusten los uniformes sino porque es el que -docente, quiera o no- anda
mirando casi panorámicamente el funcionamiento del conjunto. El Negro, por
desgracia, no se calla nunca. Y, por suerte, no hay nada que le venga del todo bien.
Maxi Rubio, en teoría, es el hacedor del segmento deportivo
Tiki Tiki. Pero cuando se le suelta la lengua se le escapan perlitas de sarcasmo
en otros lados. Estaría bueno que su función como DT del básquet de All Boys no
lo aleje demasiado del mundo kermesero. Porque además hace buenos pollos al
disco.
El último en incorporarse a la comunidad es Pablo Aimar, otro
llamado “operador” que tiene de su oficio –y de la radio en general– una mirada
que excede por mucho el rol de manejar algunas teclas y apretar botones. Y que lleva
consigo eso que ya llamamos imprescindible: alegría, buen humor, inteligencia y
mirada crítica.